20.11.17

La intención está

Son días extraños. Ya no es una novedad. Entre las cosas que descubrí con cierto asombro en este último tiempo se encuentra a) que la juventud dura una década y monedas, b) que los que transitan los cuarenta y pico, al menos en la Argentina, al menos en Buenos Aires, están completamente chiflados, c) que los blogs no murieron del todo o que fueron alrededor de diez años atrás el caldo de cultivo de muchos que, como yo, hoy viven un poco de eso, de bloguear.
Son días extraños donde el martes si todo sale bien termino de desprenderme del auto -y donde si todo sale mal terminaré apareciendo en los diarios- y en los que en líneas generales me debo replantear algunos detalles porque no es el mundo sino yo el que debe rectificarse el motor.
Del periodo que abarca junio 2013-noviembre 2015 recuerdo muy pocas cosas, ese es otro descubrimiento de este último tiempo. A veces me refieren el Mundial del 2014, por ejemplo, que vi en una computadora encerrado en un departamentito de la calle Yatay, fumando peligrosamente sobre el colchón del catre adonde fui a parar cuando me sacaron tarjeta roja. Retengo bien el 7 a 1 de Alemania contra Brasil, pero si me preguntan por algún partido de la Argentina, aunque sea la final, realmente nada retengo.
Existen sin embargo las excepciones. Por ejemplo, una ochava en Palermo, un viejo amigo al que jamás veo bebiéndose un café frío frente a mí, que habré pedido también un café, pero doble y sin azúcar. El Parque Centenario y una chica que hoy no me quiere ver ni en Instagram -ella me filmó en el parque, para que registrara por dónde iba mi vida por ese mes de marzo, porque era marzo, calculo que marzo de 2015-. Una obra de teatro a la que fui en tren con otra chica muy buena, muy piadosa; la obra era en la calle Corrientes, después nos tomamos un colectivo en Congreso, rumbo a Caballito. Y hay algún otro recuerdo más, así de aislado. Debo apretar los ojos para registrarlo. (También me acuerdo de un departamento en la calle Montevideo, creo que era Montevideo, y de ella que me reanima cuando me da un soponcio).
Son días extraños pero hubo días de terror. Están ahí, ahí nomás en mi pasado reciente. Ahora despacio recupero mi condición de underdog para todo. La intención está. Naturalmente no me ganaré ningún torneo. No nací para ser el campeón de nada. Pero disputar la pelota jugando de cuatro genera sus expectativas.
Recién, hace unas horas, recibí un mail, una propuesta peninsular, algo que me recuerda épocas bravas pero donde hacer ciertas cosas por deporte me llenaba de felicidad. De un poco de felicidad. Recuperé algo que tal vez acá o no sé dónde colgué como borrador. No sé, no recuerdo y no interesa. Este tipo de propuestas donde no hay otra cosa que espíritu deportivo me entusiasman. Es como cuando te invitan a un cumpleaños o a un casamiento y estás entero para poder ir. Detrás de ese tipo de invitaciones hay algo muy importante cuando quien te invita no te quiere ni adular, ni usar ni nada.

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